lunes, 5 de agosto de 2013

Por Favor, que no nos tapen el Río Cali.


Por Pedro Luis Barco Díaz.


Boulevard del Río


Debo confesar que me he vuelto adicto a pasear, en las tardes,  por el Boulevard del Río, para admirar el cadencioso caminado de la mujer caleña  y para recibir la brisa que trae consigo el río Cali, aquella que viene desde Pichindé, o desde Peñas Blancas; es decir, la que fabrican los Farallones de Cali,  la misma que, según el poeta  J. Mario Arbeláez,  le levantaba la falda a las hermosas chicas de la década del setenta, que a las cinco de la tarde “se aventuraban por la Avenida Colombia.”

Aun cuando, para infortunio nuestro,  los modistillos de ahora no propician que  el viento les levante la falda a las mujeres, como le encantaba al poeta fisgón, cada día somos más los caleños y caleñas que salimos a pasear por el Boulevard.

A mí me  gusta, sobre todo,  mirar hacia el  río e imaginarme como era, cuando, como cuentan los abuelos, tenía “10 veces más caudal”  y  los habitantes amainaban la canícula en los charcos de Los Pedrones, de La Estaca del Colorado Caicedo, de La Perla, pero sobre todo en el de  El Burro, que quedaba por donde ahora está el museo de arte moderno La Tertulia y dizque se “tragó” a más de un bañista bisoño.

También me deleito con los hermosos árboles nativos que persisten, no solo por el boulevard, sino por toda la avenida Colombia: ceibas, samanes, cadmias, carboneros, chiminangos y diferentes tipos de palmeras. Sé que más allá, por los lados de la antigua Licorera y en adelante, el río pierde su  encanto y se vuelve sórdido, transformándose de ángel en demonio, para morir después tristemente “engullido”  por el también maltratado río Cauca.

El paseo también es propicio para recordar que, según los memoriosos, la avenida Colombia formaba parte del camino indígena que conducía al Océano Pacífico, aquel que se adentraba en la cordillera occidental, por la parte de menor escarpa. Es decir, que antes de la llegada de don Sebastián Moyano hasta ahora,  que la transita el Mío, ha sido nuestra  arteria emblemática.

Y también para recordar, que aun cuando el río Cali, debiera ser la quintaesencia de nuestro orgullo, no nos hemos portado bien con él: en épocas anteriores, las casas de los patricios se construían dándole la espalda,  para verterle las aguas negras. Más aún, hoy en día,  se pueden ver las bancas empotradas con el espaldar hacia el río, para que quien que se siente, no se extasíe mirando, “el río atravesando el sueño”;  sino atormentándose con  los vehículos que bajan ruidosos rumbo al hundimiento.


Bancas dándole la espalda al río


Y es que nosotros, en lo íntimo,  albergamos vergüenzas que nos instan a darle la espalda al río. Tenemos tantas asignaturas pendientes, que preferimos voltear los ojos a las horribles culatas  de los edificios, que como monstruos de sucias  garras, nos advierten que esa es la Cali que hemos construido y que nos merecemos. Como aconteció en diciembre pasado, cuando las tascas se hicieron dándole la espalda al río y de frente a las culatas del horror.

Ahora, yo no sé a quién, ni porqué, se le ocurrió taparlo o esconderlo, por el tramo del boulevard, con una doble barrera de bambú y de veraneras, especies ambas de copa densa. Cuando crezca esa vegetación y perdamos la vista del río, ni siquiera podremos recomponer las cosas sin cometer un arboricidio.


La doble barrera digital


En serio: la invitación para la administración municipal, es que no le tape el río a los caleños ni a los visitantes; que acometamos,  desde ya,  un proyecto que aproveche el júbilo colectivo por el hundimiento, por el Boulevard del Río y por el éxito de los World Games, para que remocemos la caleñidad,  mediante acciones conjuntas entre el sector público y el privado, para el embellecimiento del río, de los edificios, de las iglesias, de los centros comerciales, de la galería, de los monumentos, de los  puentes, de los muros, de las calles, de los hitos culturales e históricos, de los andenes y de las zonas verdes del cuadrante centro-centro de Santiago de Cali, comprendido entre las Calles 5ª y 15,  y Carreras 1ª y 10. 


Las culatas del horror


Porque, dicho sea de paso, el centro de Cali, sigue siendo lo más feo de la ciudad: en algunas partes aun tiene el hollín de los tiempos de la explosión del 7 de agosto de 1956. Son muy pocos los propietarios de inmuebles que al menos lavan las fachadas o culatas, advirtiéndose un contraste bastardo entre la hermosura del boulevard  y  la fealdad de los edificios mugrientos.

Sería grandioso que nos volviéramos no solo adictos a caminar por el boulevard, sino por todo  el centro de Cali, anhelando, eso sí, que los modistillos vuelvan a reciclar la moda de las faldas vaporosas, para que el condenado viento nos vuelva a mostrar los calzones de las caleñas, como en la época en que el poeta J. Mario alucinó creyendo que se los había visto todos. Todos, de  tantos y de tan variados colores.


viernes, 12 de julio de 2013

EL MINISTERIO DE TRASPORTE ACABÓ DE CONFUNDIR A LOS COLOMBIANOS.


Por Pedro Luis Barco Díaz.

El ministerio de Transporte, por medio de una simple resolución, determinó expedir un nuevo formato de licencias de conducción y se armó el despelote más grande de que se tenga noticia en todo el país.

Es como si el gobierno decidiera cambiar los billetes de cincuenta mil por otros más seguros y algún funcionario estableciera que algunos de los viejos billetes ya no sirvieran para hacer transacciones.

Pero no hay tal, porque no se ha expedido nueva norma que indique que haya que sacar nuevas licencias y la que sigue rigiendo es el decreto ley 019 de 2011, o decreto antitrámite, que buscaba “Una nueva relación del Estado con los ciudadanos como usuarios y destinatarios de sus servicios, con el fin de hacer su vida un poco más amable.

Entonces, ¿por qué todo éste alboroto, éste caos? ¿Por qué, hasta hace un mes,  a mí me pedían los guardas bachilleres  mi licencia(que me habilita también para manejar vehículos públicos, Cat. 5 o C2) que dice: vence en el 2005 y no me formaban problema?  ¿Y ahora dice  el ministerio de transporte que tengo que cambiarla?

Porque el ministerio y la oficina de la transparencia (en el portal) se acaban de inventar una categoría que no existe ni ha existido en el ordenamiento jurídico: “la licencia de Vehículos públicos,” cuando el decreto ley habla es de“licencia para conducir vehículos públicos…” Es decir, que desde que me conozco, los colombianos hemos portado una sola licencia para conducir o vehículos públicos, o vehículos privados, o ambos, según las categorías que se aprueben.

En otras palabras, aun cuando  mi licencia de conducción dice categoría 5, que me habilita para manejar taxis y buses, yo no lo he hecho nunca. Me he limitado a manejar mi vehículo particular, pues también estoy autorizado para ello, porque  tal autorización está implícita. “El que puede lo más, puede lo menos” dicen los abogados.

Según este aserto, yo no estoy obligado a cambiar mi licencia de conducción mientras conduzca vehículo privado, porque el decreto antitrámites vigente señala que las “licencias para vehículos particulares” tendrán una vigencia de 10 años, contados a partir de la fecha de expedición del decreto ley.

Pero como el mismo decreto ley señala que “las licencias de conducción para vehículos de servicio público tendrán una vigencia de tres (3) años para conductores menores de sesenta años...” o sea, repito,  que yo no puedo conducir un vehículo de servicio publico, porque esa facultad la perdí en el 2008. Más aun, los  propios funcionarios de transito (a los que he preguntado) reconocen, que el aumento de categoría no se daba por petición del ciudadano, sino merced a la experiencia acumulada con los años.

Pero la prueba palmaria de que los propios funcionarios estatales, sobre todo la subdirectora de transito del ministerio, son los que han ocasionado esta colosal confusión, es la nueva licencia. En el anverso se  clarifica todo: al señor Pedro Armando Pérez Jaramillo (quien sirve de ejemplo  para el ministerio) lo autorizan para conducir tanto vehículos particulares como públicos, pero, claro, con distintas fechas de vencimiento.

En conclusión, estamos ante un colosal negociado y  todo indica que la propia subdirectora de Transito del ministerio, no leyó la resolución que firmó… Pero puede joder a muchos.









viernes, 5 de julio de 2013

Bolívar, "noquiado" por el uribismo


Por Pedro Luis Barco Díaz.




A mí me enseñaron en el bachillerato,  que el Libertador Simón Bolívar era el “padre de la patria,” que bajo su genio y su mando se independizaron  cinco países: Colombia, Panamá, Ecuador, Perú y Bolivia. 

Para History Channel –en la biografía que aun se puede leer en el portal del Gran Ciudadano-  él simplemente “colaboró  de manera decisiva en  esa emancipación” y fue una de las  “figuras más  destacadas.”

La citada biografía arranca diciendo que fue “un militar y político venezolano.” Yo aun creo que aunque El Libertador nació en Caracas, es no solo el colombiano más insigne, sino única la persona esencial para que persista la colombianidad.

Esa mezquina biografía fue calcada de la que tiene  Bolívar en Wikipedia (sin brindar crédito) pero omite marrulleramente, que el Libertador “es considerado por sus acciones e ideas el Hombre de Américay una destacada figura de la Historia Universal.” Es decir, History Channel, alevosamente, lo trata como un extranjero, que concursa por una distinción para colombianos, y eso debió influir en la decisión de más de un despistado participante.

Eso me hizo recordar la controversia que se suscitó con motivo de la expedición de la ley 31 de 1979, o ley de honores con motivo del bicentenario del nacimiento y del sesquicentenario de la muerte de Bolívar. Esa ley fue impugnada por el ciudadano Mauricio Cárdenas Rivera, con el leguleyo argumento de que como la ley estatutaria decía que una ley de honores era solamente para colombianos de nacimiento, no se le podía hacer tal distinción al Libertador, por el potísimo hecho de que éste había nacido en Caracas y Caracas quedaba en Venezuela.

Alegaba el impugnante que el caraqueño pudiendo tal vez por adopción acogerse a nuestra nacionalidad nunca lo hizo ni norma positiva de la República le pudo conceder tal carácter, ni pudo tener dos nacionalidades.”

La respuesta de la Corte Suprema de Justicia fue contundente,  categórica: que Simón Bolívar “no sólo fue ciudadano colombiano sino creador de Colombia.” Así de sencillo.  El ex consejero de estado Jaime Betancourt Cuartas, hermano del expresidente, dijo que “Tratar de negar la colombianidad de Bolívar equivaldría a afirmar que Napoleón no fue francés sino Corso.

Porque el tratamiento que le dan a  Bolívar los gringos del History Channel, en esa pequeña y manipulada biografía,  es la cuota inicial para bajarlo del pedestal de la historia y colocar en su lugar a Uribe, quien aun no ha sido decantado por la verdad del tiempo. Y, por el contrario, él y muchos de sus correligionarios, esperan el fallo de la justicia o purgan condenas por delitos cometidos en sus ocho años de gobierno.

Una vez conocido el fallo del concurso, me enteré  que el “gran colombiano” pertenece a la junta directiva de News Corporation, a su vez vinculada a History Channel; pero también fui advertido de la actuación conjunta entre el gobierno y el canal History contra Hollman Morris; de la existencia de un Call Center y; sobre todo (porque me consta) que los mas conspicuos uribistas hicieron proselitismo político por tuiter, para arrasar con  Bolívar, con García Márquez y con otros colombianos universales. De esos que  nos unen en el orgullo de nuestra nacionalidad. Por lo tanto, ahora me queda claro que el famoso concurso era básicamente un ardid político, una treta electoral.

A Colombia le ha llegado una era de “alzhéimer” colectivo, de cretinismo mediático, que pareciera haber sido potenciado, desde cuando el Ministerio de Educación determinó abolir la cátedra de historia del bachillerato y la integró al área de sociales. Por eso, hoy , mucha gente cree que Bolívar era exclusivamente venezolano y chavista.

A mí me parece que Uribe, no está ni tibio frente a Bolívar. Yo solo encuentro dos semejanzas: el amor de ambos por los caballos y por las arengas. Al primero le decían “Culo e¨fierro” por la callosidad formada por miles de horas a lomo de bestia; el segundo, no derrama una gota de tinto en ancas de un corcel. En cuanto a las arengas, me parece pertinente citar la que no leyó el  ingrato ciudadano querellante Mauricio Cárdenas Rivera:“prefiero el título de Ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra y aquél emana de las leyes. Cambiadme todos mis dictados por el de buen ciudadano.” Ciudadanía, que muchos uribistas desconocen convenientemente.

Por el lado de Uribe, aun zumba en mis oídos la arenga que pronunció en el congreso colombiano el 29 de noviembre de 2006, en el congreso cafetero, cuando así les dijo a sus tropas: “Les voy a pedir a todos los congresistas que nos han apoyado, que mientras no estén en la cárcel:¡a votar las trasferencias! ¡A votar la capitalización de Ecopetrol! Y, !A votar la reforma tributaria!” ¡Plof!


viernes, 21 de junio de 2013

Los pavos reales del periodismo

Por Pedro Luis Barco Díaz



Yo tampoco sé quienes colocaron la valla que dice “gracias Jorge Iván” y que aun sigue al costado izquierdo de la calle quinta, yendo para el norte en vehículo, encima del motel. Pero, a diferencia de Gloria H, a mí, que fui parte integrante –lo señalo con orgullo- del equipo de trabajo del médico,  me produjo alegría; porque lo que esa valla sintetiza, es  lo que piensa la inmensa mayoría de  caleños y caleñas. 

Lo que yosi sabía de antemano,  era que JIOles había malogrado los humores a algunos de los directivos de El País y a unos pocos periodistas de esa empresa, que juntos conformanuna camarilla maluca, que lo ha atacado sin gallardía y sin éxito, desde mucho  antes de que ganara elecciones a la alcaldía.  Porque eso es lo que no pueden perdonar: que Jorge Iván hubiera ganado la alcaldía. Y peor aun, que  hubiera terminado su mandato en olor de multitudes, cuando lo usual es que ese cargo funja,  en nuestro desapacible villa,  como de horno crematorio.

Se trata de una  camarilla pequeña, recontragoda y cegatona: pequeña porque son tan excluyentes que se autolimitan: recontragodos, porque siguen aferrados a las épocas en que la peonada se tenían que bajar del andén para despejarles el camino; y cegatones, porque son incapaces de ver, apreciar o ponderar lo que otros hacen desde la orilla de enfrente.

Sin precisar porcentajes, no puedo desconocer que  aquí en Cali hay un gran reconocimiento a la gestión de Jorge Iván, sobre todo en sectores empresariales, académicos y políticos que con generosidad aplaudieron su  dinamismo. Y la prueba palmaria es que la administración Guerrero le dio continuidad a las megaobras, que muy seguramente  motivaron el agradecimiento que señala la valla que tanto le “ardió” a la irregular columnista. Esa senda de éxito, muy  seguramente la continuará el actual alcalde, al poner en ejecución los proyectos visualizados desde el G-11.

Esos periodistas biliosos de la camarilla, cuando no propalan sus propios infundios, escriben de oídas. Jamás se toman  el cuidado de hacer investigacionesserias y de entregarles a sus  audiencias las pruebas de sus afirmaciones, tal como se estila en estos tiemposdel “periodismo científico.” Estos arrogantes, poseídos  del “síndrome de Tom Wolfe” actúan como militantes rabiosos de sus ideologías. Aun recuerdo que el pajarraco de Mario Fernando Prado, desprendiendo lixiviados de sí,   acusó de guerrillero al hombre más sabio y ponderadoque ha dado esta tierra en nuestros tiempos, a don Gustavo de Roux. Pese a la gravedad del infundio, don Gustavo guardó  misericordioso  silencio y siguió “como Johnny Walker,” sin pararle bolas y sin  deslustrar innecesariamente su brillo.

Pero,  la columnista Gloria H, nunca se ha distinguido por escribir con tinta biliar, por el contrario, en sus escritos intenta ser ecuánime y justa. Por lo mismo extraña que en su columna “La valla que arde,” del pasado 17 de junio, irrespete la cautela y se meta de narices en el código penal, calumniando,  haciendo aseveraciones temerariasy dando por sentado lo que no está probado en los estrados judiciales, pero que sus jefes se han encargado de dejar flotando en el ambiente.

Ella es una brizna,  en las manos de esa camarilla de ultraderecha,  huérfana de poder, a la cual ni siquiera pertenece;la misma que, ante el  caso de una denuncia penal que eventualmente pudiera establecer Jorge Iván, dejaría abandonada  a su suerte.

En realidad,  no vale la pena que Jorge Iván le ponga mayor cuidado a esa insustancial  columna, de la inteligente Gloria H, sobre todo porque así la condenaran, el ex mandatario no ganaría nada con ello. Y menos que le coma cuento al“Martillo” Martínez, quien le pide a gritos desde su tuit, que responda la columna, misma que es respondida “diaria y nochemente”por la dialéctica de las obras y por el aplauso de sus conciudadanos.Algunos sabemos que el obseso periodista Martínez, parodiando a Bolívar, dijo que algo así como que  no descansaría en sus ataques hasta no ver a Jorge Iván en la cárcel.


La valla,  aunque innecesaria, tiene un mensaje contundente: Santiago de Cali está reconocida con la gestión del burgomaestre, mientras una “selecta minoría” huérfana ya de los titanes del progreso de antaño, masculla lejos del corazón de nuestra vibrante metrópoli. 

lunes, 1 de abril de 2013

LA CANECA Y LA FOSA



Te contaré amiga mía, que disfruto de un harén con  mil mujeres, amorosas y cálidas, las cua­les frisan entre los dieciséis y veinte años. Una por una han sido cuidadosa­mente selec­cionadas entre las adolescentes más hermosas de las trece tribus que señoreo. Mis capi­tanes y tenien­tes  tienen por oficio defender mis territo­rios y buscar con acierto las mujeres más perfectas para que me hagan  compa­ñía.

Todos los años, cientos de mis concubinas abandonan la edad que me hace ape­tecerlas, por lo que es menester cambiarlas. Mis ayudantes entonces, buscan a aquellas doncellas que por la armonía de sus rostros y de sus cuerpos, ten­gan posibili­dad cierta de en­grosar mi harén, que como te contaba, jamás puede albergar menos de mil en ninguna época.

La labor de selección es una tarea prolija y concien­zuda, puesto que no tolero imperfección de ninguna especie entre mis amadas ninfas.

Deben tener los ojos agarenos, profundos y soñadores. No tolero a las bisojas ni aquellas que requieran anteojos. Sus cutis deben estar desprovistos de manchas, espinillas u otras máculas que estropeen sus rostros. Sus narices deben ser armoniosas y propor­cio­nadas, ya que repelen a mis pretensiones las que las poseen dema­sia­do largas o cha­tas. Sus bocas deben ser sonrosadas aún sin rubor o afeites, y car­nosas como las frutas madu­ras. Los dientes perfec­tamente blancos y que no estén manci­llados por las caries. Debo manifestarte que sus alie­ntos deben aromar a jazmín, aún en el mo­mento en que se levantan de sus lechos. Sus cabellos deben ser negros como una noche sin luna, la­cios para que ondeen bajo el influjo del viento, de la misma forma como se mueven mis pendones de guerra cuando los abani­ca el aire del de­sierto.

Me encantan los cue­llos luengos, airosos  y fi­nos. Mis colaborado­res se esmeran porque los senos de las escogidas- detalle sobre el cual soy inflexible- los puedan contener sin que les sobre o les falte espa­cio, dos copas de champagne. Sus alvelos deben tener  el color  sonrosado de la manzana madura y los pezones tienen que apuntar, tozudos,  al sol. Su textura debe ser dura como pedernal si se les palpa la base, pero acaricia­dos de frente deben  respon­der con suma elasti­cidad. !Ah, los se­nos!, por Alá, que puedo parecer  un tanto quisqui­lloso, pero... que le voy a hacer, sí repre­sen­tan la esencia de mi volup­tuosidad.

Debo aclararte que mis colaboradores casi nunca fallan en seguir a pié juntillas mis órdenes, puesto que saben que mi cólera es temi­ble, tanto como es de grande mi generosidad: cuando mis concu­binas cumplen los veinte años, suelo casarlas con ellos para pre­miar a los más fieles.

No soy capaz de resistir un torso femenino que sea tan abundante en carnes que no se les vislumbren las costillas, ni tan magros de músculos, que denuncien desnutrición. Tengo muy clara la diferencia que existe entre una mujer delgada y una flaca. La primera puede calificar para mi harén, la segunda, bien  puede casarse con el hijo de un buen comerciante.

Mis sirvientes saben que la cintura es otra de mis debili­da­des. Añoro las mujeres con talle de palmera, apretada y cimbreante. Por lo mismo, ellos van por los oasis y villorrios provistos de  cordeles en los que he señalado los rangos de las medidas que acep­to, de confor­midad con la estatura y peso. Harto difícil resul­ta ex­plicarte como deben ser las caderas y el “derriere” de mis con­cu­bi­nas. Por lo pronto  te diré que la forma de una guitarra de la infiel Espa­ña, te puede dar una noción apro­ximada de mi gusto. Vistas de frente, las nalgas deben ser absolu­ta­mente simé­tri­cas, firmes y re­dondeadas. Deben tener -sin excepción- dos hoyuelos bien definidos en el naci­miento de las mismas y por ninguna razón se les pueden ver o palpar estrías. Aborrezco hasta las nauseas la celu­litis, enfer­medad que considero la más ultrajante que pueda soportar el sexo femeni­no. !Danza! !Mucha danza! Es el método que instrumenta­n mis eunu­cos, tanto para deleite de mis ojos, como para evitar en mis feu­dos esa afrenta.

El vientre. !Ah, El Vientre!  Tiene que ser ligera­mente convexo. No tolero luna­res en ese sitio. La piel debe ser absoluta­mente pareja para que haga contraste con la negrura del bello púbi­co. Este debe ser la­cio, sedoso y fino. Que se esparza por el mon­tículo en forma de un triángu­lo equilátero con la base hacia arriba. Mis  matronas peinadoras conocen a la perfec­ción el largo que deben tener los bellos, por lo que soy usualmente generoso sobre este aspecto, dado que pueden remediar sin demora cualquier anomalía. Pero hay un aspecto sobre el cual no transijo: colocadas de pié y con las pier­nas juntas, mis mujeres deben tener en el nacimiento de los muslos, tres dedos de separación entre los mismos.

Ahora que me refiero a los muslos, debo decirte que califican las que los tienen  largos, casi infinitos, provistos de un bello tan menu­do que difícilmente el ojo lo capte, pero que sí lo perciba el tacto. Igual debe acontecer con rodillas y pantorrillas. Aunque te añado que no admito moretones, várices o cicatrices. Y otra cosa: los pies no pueden estar maldecidos por los callos. Mis dul­ces compañeras no pueden tenerlos plantígrados, deben ser tan finos que, al caminar, parezcan ingrávidas.

Ahora bien, una vez mis auxiliares, han cumplido con sus obligacio­nes y preseleccionado a las chicas, las deben llevar hasta mis trece alcázares. Lugares donde se les instruye en artes básicas como la danza, el canto, el manejo del laúd y de  la cítara, y sobre todo, donde reciben instrucciones teóricas  sobre mis más recónditos gus­tos amatorios. En esta etapa se excluyen las que roncan, las que tienen voces  demasiado gruesas o gango­sas, las que sufren de desa­rre­glos estomacales, las de mal dormir, las insomnes, las llorico­nas y  aquellas a las cuales les sudan las manos o los pies. Mis escri­banos entonces, se presen­tan con las aspirantes ante mí, para que proceda ha realizar la revisión final.

No puedo negar que en esas oportunida­des me torno un tanto tenso, debido a las altas responsabilidades que tengo ante mí mismo. Trato por regla ser imparcial y justo, porque como humano que soy, algunas veces una bella sonri­sa me trata de distraer sobre el conjunto, lo que me podría llevar a tomar determinaciones que podrían empañar el buen gusto del que presumo y que tanto me enaltece ante mi corte.


Muchas lágrimas corren por los ojos de bellas chicas que no han podido cumplir con todos los cánones oficiales. No te puedo negar que en muchas ocasiones he sentido dolor  por haber tenido que denegar­les la probabilidad de mis caricias, a adolescentes que deben volver a sus casas. Sé que padres, hermanos y familiares sentirán en carne propia la vergüenza de verlas volver, tristes y acongo­jadas. Pero, pronto me reconforto al pensar que he cumplido a cabalidad con mis deberes y  que en breve gozaré de la compañía de las que he aceptado.

Debo referirme aunque sea de paso a los eunucos que cuidan mis serrallos: todos los sirvientes masculinos que realizan las dife­rentes labores en mis propiedades son previamente castrados por otros expertos en medicina; sean jardineros, orfebres, músicos, contabi­listas o cocineros. Inicialmente instruí que a estos sarracenos, se les debía solamente extraer los testículos. Pero una tarde en la que vi que un caballo castrado intentaba saltar a una yegua, com­prendí que tenía la obligación de emascularlos radical­mente. Esto es, cortar de tajo sus falos, para segar de raíz cual­quier proble­ma futuro. Puedes llegar a creer que la vida de estos sirvientes es des­graciada, pero Alá sabe como hace sus cosas. Pron­to, después de un período de decaimiento, sus formas de actuar se dulcifican, sus cuer­pos se hacen mas redondeados  y se convierten en dóciles mance­bos que con el mayor gusto acatan mis ordenamien­tos. Como no pueden controlar sus micciones, les agasajo con tapones para que contro­len sus urgencias de uretra. Ah, se me olvidaba, algunos avivatos tratan de introducir en mis castillos adminículos sexuales para causar desór­denes en mis fortalezas. Con ellos no tengo piedad. No puedo tener­la. La muerte  es su castigo y pueda ser que Alá tenga piedad de ellos.

La mayoría de mis lacayos son traídos por sus propios padres, para que “enrruten” sus existencias en mi servicio. Coloco especial celo en seleccionar a los que tienen buen sentido musical. Hay pocas cosas que me apasionen tanto como una buena ablución escuchando las voces celes­tiales de mis cantantes atrofia­dos. Siem­pre he creído y dicho que mi felicidad sería incompleta sin los cánticos argentinos de un buen puñado de sopranos masculinos en lonta­nanza.

También debo contarte, cómo son mis castillos, que muestran desde lejos sus perfiles,  contrastando el  verdor de los  oasis. Todos los he mandado a construir en suaves colinas para que dominen una amplia panorámica y Alá sabe que sobre ellos solo campea su poder y su gloria. Todos están rodeados de magníficas murallas que nunca han sido traspasadas por mis enemigos, pese a que califas carcomidos por la envidia han querido conquistarlos y sólo han logrado morder la arena caliente de mi entorno. 

La magia de mis alcázares radica en una espléndida combinación de piedra, calicanto, azulejo y mármol que los más renombrados almorávides han elaborado para que armonicen con mis bosques internos, hartos olorosos a jazmines; lo mismo que con mis aljibes y baños reales  plenos de afiligranados ornamentos.

El aire que se respira dentro de mis castillos, es siempre fresco, y mantiene acompañado del suave rumor del agua que pega contra las celosías de yeso. Mi burocracia adora los jardines, decorados con glorietas y fuentes, donde abundan los geranios y las rosas que los hacen etéreos y vitales. Cientos de   jardineros cuidan con esmero, que jamás las hojas y las flores al caer ensucien  los pisos de piedra y que tampoco las aves realicen sus deposiciones en los monumentos de mis antepasados. El látigo siempre ha sido el mejor consejero para afilar el ojo  y acerar los músculos de los que se ocupan de mis jardines.
Mis alcázares cuajados de sensual embrujo, adquieren una irrealidad poética en la noche, cuando miles de antorchas se encienden a la misma hora para que mi poder sea percibido por todos los habitantes y sepan que sigo venciendo las tinieblas.

Ahora bien, todas las tardes, cuando el sol baja y el viento empie­za a soplar, realizo el paseo que más me agrada y que constituye la parte principal de mis obligaciones. Hago colocar a mis mil mujeres, cada una a dos metros de la otra, todas vestidas con ropajes de seda hindú, danzando alegremente a mi paso. Son dos kiló­metros de auténtico placer, en los cuales, usualmente me regodeo, mirando detalles que -estoy seguro- ningún otro humano ha tenido la oportu­ni­dad de contemplar.  Dependiendo de mis caprichos elijo. Un día es un lunar coqueto (el lunar debe ser pequeño, por supuesto), otro, puede ser el brillo de una mirada, o una danza suave que erotice mi espíritu. Siempre, realizo el paseíllo, en las ancas de un corcel blanco -Almanzor- que es el orgullo de mis caba­llerizas. Juro por Alá, que no existe parte que no tenga blanca mi bello semental, su paso es único y su porte no tiene par. Almanzor pasta también en compañía de centenares de yeguas de la más pura raza árabe. Inva­ria­blemente, voy a estas citas con el amor, rigu­ro­samente ves­tido de blanco. Con la mano derecha sujeto la brida adornada con piedras preciosas y en la mano izquierda llevo un pañuelo blanco. Cuando he decidido con qué mujer deseo estar en dulce ayuntamiento, dejo caer mi pañuelo al frente de ella.

De inmediato, la feliz elegida es llevada a un amplio salón, con­tiguo a mis aposentos reales, donde es bañada con agua de ma­nantial y aci­calada por un ejército de expertas: se le peina el cabe­llo, se le perfuma el cuerpo con deliciosos untos, se le toni­fican los múscu­los con masajes sabios, se le viste con las prendas ínti­mas más delicadas y finas,  dejándola convertida en una deidad.

Mientras tanto, suelo recostarme en mis aposentos, leyendo al des­gaire cualquier libro o meditando sobre problemas de fácil arreglo.  Nunca en esos instantes, me dejo llevar por pensamientos trascendentes que empañen estas horas especiales.

Cuando cae la noche y el aire del oasis se preña de azahares, escu­cho el delicado santo y seña que me advierte la cercanía de la mortal más bella de la tierra. !Oh,  por Alá!  ¡Cuánto he esperado este momento!  En la penumbra de mi habitación, estremecido, percibo la si­lueta agraciada, fina y tentadora de mi tierna acompañante. !Cómo refulgen sus ojos en la oscuridad! !Cómo es de ceñido su talle! ¡Cuán amplias son sus cade­ras! ! Qué delicado y armonioso es su cami­nar!  !Y  cómo es de traslúcido su ropaje!

  Poco después ella se postra de hinojos, al tiempo que ruedan sobre mi alfombra sus lar­gos cabellos. Sabe que en ese momento no me puede mirar a los ojos y debe solicitar permiso para abordar mi alcoba. "Poderoso Se­ñor -me dice- tu amantísima sierva, humildemente te pide que le hagas la gracia de permitirle compartir tu lecho. Te suplica que la honres con tu vigoroso cuerpo." De inmediato le respondo: "bella flor del desierto, jamás podría negar tu petición. Mi espí­ritu y mi ser anhelan este amoroso encuentro que nos convierten en los seres más felices. Ven amada mía, pero cuida de abor­dar mi lecho por el sitio que las antiguas reglas han prefi­jado".
Es curioso,  ya no recuerdo por qué razón instruí a mis escribanos y codificadores que ellas debían acercarse a mí, por el lado de los pies y nunca por las partes laterales de mi lecho. Después de esto dejo de ser ceremonioso y me entrego en forma más bien salvaje...

Esta es amiga mía mi fantasía sexual, la que desde joven acude a mi pensamiento y alegra ahora la pobreza y la vejez que me acom­paña. Con ella hago más llevaderos los días y las noches del penal.  Pero lástima que seas sola­mente la litografía silenciosa de un calenda­rio viejo. Por cierto,  te has ido tornando descolorida con los años y pronto los dos caeremos a la caneca y a la fosa.



viernes, 19 de octubre de 2012

Diatriba Contra el Neoliberalismo ante un Sancocho de Gallina


Por Pedro Luis Barco Díaz.

Cuando nos figuró, como se dice ahora, irnos a vivir a Caicedonia, por disposición inapelable de los  superiores de nuestro padre, moría la década de los sesenta. Pocos meses antes, el viejo se había instalado sólo, mientras los críos terminábamos el año  escolar. 



Los siete hermanos y nuestra madre que veníamos de Palmira, examinamos, aunque era de noche, la casa que fue después destruida por el terremoto del 26 de enero: era grande, esquinera, de altas paredes y en el patio descubrimos tres racimos de plátano, dos bultos de naranja y un montón de yuca como para alimentar un pelotón. Acostumbrados como estábamos a mercados restringidos, la rotunda  despensa se nos  antojó  desproporcionada.

Al otro día,  empezamos a colocar en sus sitios los corotos, incluyendo el cuadro de los viejos de mi madre que  nos anclaba a ellos  desde niños, el cual colgamos en la pared frente de la ventana que daba a  la Panamericana.

A eso de las nueve de la mañana, un toque de puerta nos llevó en tropel hasta la entrada. Era el primer vecino que nos  visitaba. Le decían y aun le dicen, porque todavía transita en el pueblo: “Gallina.” (¿Por qué le pondrían así? Porque era como las chuchas: comedor de aves de corto vuelo) Gordo y sanguíneo,  precedido de vahos rancios de jazmín y de  mugre vieja, quien le pidió a nuestra madre una atención. Ella no atinó sino a regalar de lo que había en el patio: un buen gajo de plátanos, varias yucas y algunas naranjas, los cuales metió en una chuspa. “Gallina” no bien  recibió el alijo, injurió a mi madre con precisión “vieja yo no se qué” y una vez cerramos la puerta, devolvió por la ventana el comedimiento, estrellándolo con furia contra el cuadro de Joaquín y de  Paulina. Ese mismo día, nos dimos cuenta que, en la Caicedonia de la época en la que moría la década de los sesenta, uno no podía afinar generosidad con la comida.

Y era que, si bien el pueblo era pobre y escaseaba el billete, la comida  no constituía  el problema. De suyo, lo eran otras cosas: férula política, caciquismo crónico, intemperancia política, e incluso  violencia y muerte; pero créanme, no existía ésta hambre que ahora tiraniza no solo en Caicedonia, sino en  Colombia y en el mundo. En esos tiempos en cada casa el plátano, la yuca y las naranjas; o  las puchas de fríjol o  de arroz abundaban, incluso, hasta en las mesas de los más pobres.

Ahora, cuarenta años después, millones de nuestros compatriotas malviven en el sopor de las tripas ociosas. Las políticas económicas neoliberales, han venido actuando como un engendro que se mete al bolsillo de los más pobres para  escurrirles hasta los entrañas.          

Ya poca gente duda de que el neoliberalismo, o capitalismo salvaje, es una versión macabra de la economía que deja como fruto a unas muy pocas personas de carne y hueso,  convertidas  en más ricas y poderosas que las propias naciones, y a millones de seres también de carne y huesos, en los meros huesos, padeciendo la más intolerable condición: el hambre. Sí, porque es el hambre y la miseria son su resultado más retorcido. 

Antes a los gobernantes que  intentaban  proporcionar comida, se les tachaba como populistas; ahora la propia organización de las Naciones Unidas reconoce que el hambre es el gran flagelo de estos tiempos modernos y el principal reto del milenio. Es que hasta el propio Papa anterior, el finado Juan Pablo II condenó esta aberración económica y hasta el presidente Gaviria, que nos la impuso prometiéndonos una bienvenida al futuro, desde  hace unos años se patrasió a socialdemócrata.

Antes, en el imperio de otros modelos económicos que no colocaban al Dios Mercado como el dueño de la espada que cercena los pescuezos de los que no pueden competir, existían también desigualdades  oprobiosas; pero no existía esta hambre cósmica que carcome a la mayoría de nuestros compatriotas. Había pobreza, sí. Desigualdad, también. Pero al menos se producía comida para que los mendrugos llegaran hasta, incluso, los pordioseros. 

Ahora,  con la peste Neoliberal, se le ha quitado la saliva hasta a los que antes le arrimaban un buen tazón de caldo a los menesterosos. Y es que el Neoliberalismo es como decía Gardeazábal: una peste como la lepra, como el tifo, como la viruela. Sólo que ésas pestes funcionaban de manera justiciera, tal como se pensaba que debería ser  la ira de Dios: le caían por  igual al hijo del tabernero como a la hija del príncipe. No se salvaba ni el hortelano precario ni el mercader opulento y mucho menos hacían diferencia entre  quien vivía en la  barriada o  en el castillo amurallado. En suma: estas maldiciones desolaban por parejo  a quien respirara como una  solución divina. Ahora esta peste pagana se ensaña,  sobre todo,  en quienes no son competitivos

También se acabó  el empleo, el empleo fijo, ese por el que lucharon los sindicalistas durante el siglo pasado. Ahora los jóvenes pueden aspirar a ser “temporales”, “independientes”, o “Freelancers”; que quieren decir: páguense su salud, páguense su propia cesantía y su jubilación. 

Ahora resulta que para aspirar a ser cortero de caña, hay que pertenecer a una Cooperativa de Trabajo Asociado, o a una EAT, de la cual uno es el propio dueño o empresario. Ahora un cortero de caña es eso, un empresario. Un empresario al que su propia empresa le paga con mercado, es decir, con panela y arroz, como en la época de las bananeras, o peor aún,  como en la de Huasipungo que nos contó Jorge Icaza.

El Neoliberalismo es manejado por los países ricos bajo la óptica de la famosa Ley del Embudo: “lo ancho para mí, lo estrecho para ti”, o “Con cara gano yo, con sello pierdes tú”. Estos países, alentaron  a los países pobres para que liberaran los aranceles a los productos que exportaban, a la par que protegían los productos en los que la competencia de los subdesarrollados podrían amenazarlos. Los países desarrollados subvencionan con millonadas, cada año, a sus respectivos sectores agrícolas. Como producto de esos subsidios, inundan, con la artillería de los precios bajos,  a los países pobres que antaño vivían de la exportación de los productos del agro.


Por eso, el país se encuentra como en las épocas de Luis XVI y de María Antonieta: los poderosos bailando en la ceguera y el delirio que produce la acumulación que indigesta y los pobres arrinconados por el desempleo y el hambre.

No hay nada que hacer, los presidentes de la república, en contubernio con el congreso  y aplaudidos por la gran prensa,  toman medidas diaria y nochemente contra las clases populares. Y Ahora que se han abierto los diálogos de paz con la guerrilla de las FARC, los señoritos se escandalizan porque estas hablan de un modelo más social. 

Ni la guerra logró que se abandonara la demencia y volvieran los ojos hacia políticas de corte irreductiblemente social, que diseñaran una Legislación auténtica y radicalmente humanista y, que además, ampliaran la democracia participativa en un país excluyente. Ahora de pronto les toca mirar el campo y los alimentos como un problema de seguridad nacional o de soberanía. No se trata de hacer revoluciones socialistas o comunistas; se trata simplemente de volver a nuestra seguridad alimentaria, la que teníamos hace menos de cuatro décadas, cuando el país alimentaba a su población y no habíamos cambiado a 6 o 7 millones de campesinos por diez u once familias que importan los alimentos para que estos millones de compatriotas tengan como factoría  un semáforo o como sarcófago la calle.

En la época en la que moría la década de los sesenta, a más de “Gallina”, en Caicedonia, trashumaban por las calles los más famosos pordioseros de ese entonces: la familia Conde; conformada por dos hermanos y una dama llamada Casilda, que según me cuentan aun vive y una pequeña que era el  fruto de la chifladura de un cura que le había dado por casar a Casilda con uno de los varones. 

El caso es que un buen día, o una buena noche,  el  hermano soltero, le quitó la señora al casado, quien hubo de marcharse a otro pueblo. Yo, haciéndole caso omiso a cientos de  conjeturas de ventanas que intentaban explicar la traición, decidí preguntarle al Conde infractor por que le había quitado la mujer al hermano. Para saberlo fui hasta el lugar donde vivían los mendigos, que era la semiconstruida Aula Máxima del Colegio Bolivariano. Allá los encontré. 

El Conde tenía en su mano derecha una peinilla, con la cual estaba desgajando un racimo de plátanos. A un costado la Condesa Casilda, agachada, estaba preparando en un fogón de leña un sancocho que no olía nada mal. Recostados en el muro de ladrillo a la vista, pude observar una abundante provisión de yuca y de las consabidas naranjas que no tenían precio aún en el mercado de Caicedonia. Después de charlar amenamente durante un tiempo con el hombre de la realeza Caicedonita le pregunté: “¿Usted porqué le quitó la mujer a su hermano?” Él se acercó hacia mí y con el convencimiento puro de quien sabe lo que habla, me contestó mientras señalaba hacia el pequeño fogón. “Porque esta mujer prepara el sancocho de gallina mas delicioso del mundo.”

Fue, entonces, cuando vi con toda claridad par muslos de gallina que sobresalían de  la humeante olla.

La respuesta fue insospechada, pero perfecta. Y, además veraz.  Era que era verdad y abundaba tanto la comida que la familia de los Condes, pordioseros de Caicedonia, poco después se deleitarían con un suculento sancocho de gallina. 

Sí. Eran tiempos mejores: ¡Aun los chicos de la Escuela de Chicago, no habían impuesto el neoliberalismo! ¡Y aun los hijos de un presidente no le habían quitado las basuras a los basuriegos, para enriquecerse sobre sus cadáveres!




lunes, 10 de septiembre de 2012

La Bota Pantanera, el Perfume Caro y la Paz


A Uribe le conviene la guerra. Su propia presidencia derivó del fracaso de las conversaciones del Caguán, un intento fallido que ahondó más la desconfianza entre los que somos la mayoría de los habitantes del país con la minoría fariana,  quienes, desde luego,  también son parte de nuestro país.

Y se nos quedó dos períodos que hubieron podido ser muchos más. Pero ganas de volver no le faltan.

Cuando el Mago del Póker, anunció la nueva medida por televisiónaun apareció relajado,  sereno;  por la comisura izquierda de sus labios, se le atisbaba una hipótesis de sonrisa, que al parecer iba  dirigida a Uribe y a los  Uribeños; es decir, a los fernandolondoños, a los pliniosapuleyos, a los joseobdulios, a los holmestrujillos y demás comensales que tienen planeado volver al poder desde los cuarteles del club El Nogal, sitio que viene siendo el Vaticano de la democracia, tal y como la entienden ellos:  los patrióticos y  buenos muchachos del Puro Centro Democrático.

El anuncio del inicio del proceso de paz, refrescó el enrarecido ambiente de la política colombiana, le cayó a la mayoría, como cuando uno se chupa un helado,  a medio día,  en una esquina de Barranquilla. En cambio al ex presidente le cayó como patada de mula rucia. El doctor Uribe salió en televisión demacrado, iracundo, “cargado de tigre” como el mismo suele decir cuando las agüitas no le hacen efecto.

Pero en general  el mundo, incluyendo el sacro imperio,  rodeo la decisión.¡Hombe! ¡Porque 50 años de plomiza, son una barbaridad!

También tuvimos la oportunidad de conocer  a Timochenko. Apareció apartándose del  protocolo  y en tono veintijuliero nos dijo que las bendita llave de la paz, la misma que antes decía tener  Leyva, y que ahora dice tener Santos, en realidad estaban  quien diablos sabe en que parte de la geografía nacional, allá donde habita ese ser amorfo que llamamos pueblo colombiano.

Pero se concretó la parte más difícil: el arranque del proceso de paz.

No me voy a referir al contenido o a los ejes temáticos de las conversaciones. Solo quiero resaltar la importancia  que para el proceso reviste que los comisionados de las partes construyan confianzas, aunque sean  mínimas;  Porque en el Caguán los guerrilleros fueron muy presuntuosos y los representantes del gobierno demasiados perfumados. A los primeros les correspondió actuar como anfitriones y al gobierno como invitado en un país extranjero. Por eso es mucho mejor que las conversaciones se adelanten en Oslo; donde siempre será posible que las partes se peguen una escapadita nocturna a compartir un vino sin que la prensa se entere,  y se puedan  reconocer,  primero que todo, como pertenecientes a la raza humana.

Me gusta que la mayoría de los comisionados sean primíparos (de ambas partes) aunque para mi gusto, hubiese preferido ver a una mujer en la  titular por parte del gobierno. Lo más interesante fue enviar a dos generales troperos. Apuesto doble contra sencillo que los dos serán la pieza fundamental en despertar confianzas, por cuanto tienen amplia experiencia, tanto en el monte como en los cocteles. Mejor dicho este proceso requiere tanto de la pecueca que emana la bota pantanera, como de los caros perfumes que exhalan los comisionados que hacen años no ven un pinche potrero.

Porque esta etapa es definitiva, y  no se puede  fracasar. De lo contrario habrá guerrilla para muchos años más, y  habrá que importar millones de talegas para depositar los votos del cambio constitucional que permitirá que Uribe gobierne el país de por vida; que es lo que realmente quieren los chicos de El Nogal, los patrióticos y buenos muchachos del Puro Centro Democrático.