Yo tampoco sé quienes colocaron la valla
que dice “gracias Jorge Iván” y que aun sigue al costado izquierdo de la calle quinta,
yendo para el norte en vehículo, encima del motel. Pero, a diferencia de Gloria
H, a mí, que fui parte integrante –lo señalo con orgullo- del equipo de trabajo
del médico, me produjo alegría; porque lo
que esa valla sintetiza, es lo que
piensa la inmensa mayoría de caleños y
caleñas.
Lo que yosi sabía de antemano, era que JIOles había malogrado los humores a algunos
de los directivos de El País y a unos pocos periodistas de esa empresa, que
juntos conformanuna camarilla maluca, que lo ha atacado sin gallardía y sin
éxito, desde mucho antes de que ganara
elecciones a la alcaldía. Porque eso es
lo que no pueden perdonar: que Jorge Iván hubiera ganado la alcaldía. Y peor
aun, que hubiera terminado su mandato en
olor de multitudes, cuando lo usual es que ese cargo funja, en nuestro desapacible villa, como de horno crematorio.
Se trata de una camarilla pequeña, recontragoda y cegatona:
pequeña porque son tan excluyentes que se autolimitan: recontragodos, porque siguen
aferrados a las épocas en que la peonada se tenían que bajar del andén para despejarles
el camino; y cegatones, porque son incapaces de ver, apreciar o ponderar lo que
otros hacen desde la orilla de enfrente.
Sin precisar porcentajes, no puedo desconocer
que aquí en Cali hay un gran
reconocimiento a la gestión de Jorge Iván, sobre todo en sectores empresariales,
académicos y políticos que con generosidad aplaudieron su dinamismo. Y la prueba palmaria es que la
administración Guerrero le dio continuidad a las megaobras, que muy
seguramente motivaron el agradecimiento
que señala la valla que tanto le “ardió”
a la irregular columnista. Esa senda de éxito, muy seguramente la continuará el actual alcalde,
al poner en ejecución los proyectos visualizados desde el G-11.
Esos periodistas biliosos de la
camarilla, cuando no propalan sus propios infundios, escriben de oídas. Jamás se
toman el cuidado de hacer
investigacionesserias y de entregarles a sus audiencias las pruebas de sus afirmaciones, tal
como se estila en estos tiemposdel “periodismo
científico.” Estos arrogantes, poseídos del “síndrome
de Tom Wolfe” actúan como militantes rabiosos de sus ideologías. Aun recuerdo
que el pajarraco de Mario Fernando Prado, desprendiendo lixiviados de sí, acusó de guerrillero al hombre más sabio y ponderadoque
ha dado esta tierra en nuestros tiempos, a don Gustavo de Roux. Pese a la
gravedad del infundio, don Gustavo guardó misericordioso silencio y siguió “como Johnny Walker,” sin pararle bolas y sin deslustrar innecesariamente su brillo.
Pero,
la columnista Gloria H, nunca se ha distinguido por escribir con tinta
biliar, por el contrario, en sus escritos intenta ser ecuánime y justa. Por lo
mismo extraña que en su columna “La valla que arde,” del pasado 17 de junio, irrespete
la cautela y se meta de narices en el código penal, calumniando, haciendo aseveraciones temerariasy dando por
sentado lo que no está probado en los estrados judiciales, pero que sus jefes
se han encargado de dejar flotando en el ambiente.
Ella es una brizna, en las manos de esa camarilla de ultraderecha,
huérfana de poder, a la cual ni siquiera
pertenece;la misma que, ante el caso de
una denuncia penal que eventualmente pudiera establecer Jorge Iván, dejaría
abandonada a su suerte.
En realidad, no vale la pena que Jorge Iván le ponga mayor
cuidado a esa insustancial columna, de
la inteligente Gloria H, sobre todo porque así la condenaran, el ex mandatario
no ganaría nada con ello. Y menos que le coma cuento al“Martillo” Martínez, quien
le pide a gritos desde su tuit, que responda la columna, misma que es
respondida “diaria y nochemente”por
la dialéctica de las obras y por el aplauso de sus conciudadanos.Algunos
sabemos que el obseso periodista Martínez, parodiando a Bolívar, dijo que algo
así como que no descansaría en sus
ataques hasta no ver a Jorge Iván en la cárcel.
La valla, aunque innecesaria, tiene un mensaje
contundente: Santiago de Cali está reconocida con la gestión del burgomaestre,
mientras una “selecta minoría” huérfana
ya de los titanes del progreso de antaño, masculla lejos del corazón de nuestra
vibrante metrópoli.
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