viernes, 21 de junio de 2013

Los pavos reales del periodismo

Por Pedro Luis Barco Díaz



Yo tampoco sé quienes colocaron la valla que dice “gracias Jorge Iván” y que aun sigue al costado izquierdo de la calle quinta, yendo para el norte en vehículo, encima del motel. Pero, a diferencia de Gloria H, a mí, que fui parte integrante –lo señalo con orgullo- del equipo de trabajo del médico,  me produjo alegría; porque lo que esa valla sintetiza, es  lo que piensa la inmensa mayoría de  caleños y caleñas. 

Lo que yosi sabía de antemano,  era que JIOles había malogrado los humores a algunos de los directivos de El País y a unos pocos periodistas de esa empresa, que juntos conformanuna camarilla maluca, que lo ha atacado sin gallardía y sin éxito, desde mucho  antes de que ganara elecciones a la alcaldía.  Porque eso es lo que no pueden perdonar: que Jorge Iván hubiera ganado la alcaldía. Y peor aun, que  hubiera terminado su mandato en olor de multitudes, cuando lo usual es que ese cargo funja,  en nuestro desapacible villa,  como de horno crematorio.

Se trata de una  camarilla pequeña, recontragoda y cegatona: pequeña porque son tan excluyentes que se autolimitan: recontragodos, porque siguen aferrados a las épocas en que la peonada se tenían que bajar del andén para despejarles el camino; y cegatones, porque son incapaces de ver, apreciar o ponderar lo que otros hacen desde la orilla de enfrente.

Sin precisar porcentajes, no puedo desconocer que  aquí en Cali hay un gran reconocimiento a la gestión de Jorge Iván, sobre todo en sectores empresariales, académicos y políticos que con generosidad aplaudieron su  dinamismo. Y la prueba palmaria es que la administración Guerrero le dio continuidad a las megaobras, que muy seguramente  motivaron el agradecimiento que señala la valla que tanto le “ardió” a la irregular columnista. Esa senda de éxito, muy  seguramente la continuará el actual alcalde, al poner en ejecución los proyectos visualizados desde el G-11.

Esos periodistas biliosos de la camarilla, cuando no propalan sus propios infundios, escriben de oídas. Jamás se toman  el cuidado de hacer investigacionesserias y de entregarles a sus  audiencias las pruebas de sus afirmaciones, tal como se estila en estos tiemposdel “periodismo científico.” Estos arrogantes, poseídos  del “síndrome de Tom Wolfe” actúan como militantes rabiosos de sus ideologías. Aun recuerdo que el pajarraco de Mario Fernando Prado, desprendiendo lixiviados de sí,   acusó de guerrillero al hombre más sabio y ponderadoque ha dado esta tierra en nuestros tiempos, a don Gustavo de Roux. Pese a la gravedad del infundio, don Gustavo guardó  misericordioso  silencio y siguió “como Johnny Walker,” sin pararle bolas y sin  deslustrar innecesariamente su brillo.

Pero,  la columnista Gloria H, nunca se ha distinguido por escribir con tinta biliar, por el contrario, en sus escritos intenta ser ecuánime y justa. Por lo mismo extraña que en su columna “La valla que arde,” del pasado 17 de junio, irrespete la cautela y se meta de narices en el código penal, calumniando,  haciendo aseveraciones temerariasy dando por sentado lo que no está probado en los estrados judiciales, pero que sus jefes se han encargado de dejar flotando en el ambiente.

Ella es una brizna,  en las manos de esa camarilla de ultraderecha,  huérfana de poder, a la cual ni siquiera pertenece;la misma que, ante el  caso de una denuncia penal que eventualmente pudiera establecer Jorge Iván, dejaría abandonada  a su suerte.

En realidad,  no vale la pena que Jorge Iván le ponga mayor cuidado a esa insustancial  columna, de la inteligente Gloria H, sobre todo porque así la condenaran, el ex mandatario no ganaría nada con ello. Y menos que le coma cuento al“Martillo” Martínez, quien le pide a gritos desde su tuit, que responda la columna, misma que es respondida “diaria y nochemente”por la dialéctica de las obras y por el aplauso de sus conciudadanos.Algunos sabemos que el obseso periodista Martínez, parodiando a Bolívar, dijo que algo así como que  no descansaría en sus ataques hasta no ver a Jorge Iván en la cárcel.


La valla,  aunque innecesaria, tiene un mensaje contundente: Santiago de Cali está reconocida con la gestión del burgomaestre, mientras una “selecta minoría” huérfana ya de los titanes del progreso de antaño, masculla lejos del corazón de nuestra vibrante metrópoli.