A Uribe le conviene la guerra. Su propia presidencia derivó del fracaso de las conversaciones del Caguán, un intento fallido que ahondó más la desconfianza entre los que somos la mayoría de los habitantes del país con la minoría fariana, quienes, desde luego, también son parte de nuestro país.
Y se nos quedó dos períodos que hubieron podido ser muchos más. Pero ganas de volver no le faltan.
Cuando el Mago del Póker, anunció la nueva medida por televisiónaun apareció relajado, sereno; por la comisura izquierda de sus labios, se le atisbaba una hipótesis de sonrisa, que al parecer iba dirigida a Uribe y a los Uribeños; es decir, a los fernandolondoños, a los pliniosapuleyos, a los joseobdulios, a los holmestrujillos y demás comensales que tienen planeado volver al poder desde los cuarteles del club El Nogal, sitio que viene siendo el Vaticano de la democracia, tal y como la entienden ellos: los patrióticos y buenos muchachos del Puro Centro Democrático.
El anuncio del inicio del proceso de paz, refrescó el enrarecido ambiente de la política colombiana, le cayó a la mayoría, como cuando uno se chupa un helado, a medio día, en una esquina de Barranquilla. En cambio al ex presidente le cayó como patada de mula rucia. El doctor Uribe salió en televisión demacrado, iracundo, “cargado de tigre” como el mismo suele decir cuando las agüitas no le hacen efecto.
Pero en general el mundo, incluyendo el sacro imperio, rodeo la decisión.¡Hombe! ¡Porque 50 años de plomiza, son una barbaridad!
También tuvimos la oportunidad de conocer a Timochenko. Apareció apartándose del protocolo y en tono veintijuliero nos dijo que las bendita llave de la paz, la misma que antes decía tener Leyva, y que ahora dice tener Santos, en realidad estaban quien diablos sabe en que parte de la geografía nacional, allá donde habita ese ser amorfo que llamamos pueblo colombiano.
Pero se concretó la parte más difícil: el arranque del proceso de paz.
No me voy a referir al contenido o a los ejes temáticos de las conversaciones. Solo quiero resaltar la importancia que para el proceso reviste que los comisionados de las partes construyan confianzas, aunque sean mínimas; Porque en el Caguán los guerrilleros fueron muy presuntuosos y los representantes del gobierno demasiados perfumados. A los primeros les correspondió actuar como anfitriones y al gobierno como invitado en un país extranjero. Por eso es mucho mejor que las conversaciones se adelanten en Oslo; donde siempre será posible que las partes se peguen una escapadita nocturna a compartir un vino sin que la prensa se entere, y se puedan reconocer, primero que todo, como pertenecientes a la raza humana.
Me gusta que la mayoría de los comisionados sean primíparos (de ambas partes) aunque para mi gusto, hubiese preferido ver a una mujer en la titular por parte del gobierno. Lo más interesante fue enviar a dos generales troperos. Apuesto doble contra sencillo que los dos serán la pieza fundamental en despertar confianzas, por cuanto tienen amplia experiencia, tanto en el monte como en los cocteles. Mejor dicho este proceso requiere tanto de la pecueca que emana la bota pantanera, como de los caros perfumes que exhalan los comisionados que hacen años no ven un pinche potrero.
Porque esta etapa es definitiva, y no se puede fracasar. De lo contrario habrá guerrilla para muchos años más, y habrá que importar millones de talegas para depositar los votos del cambio constitucional que permitirá que Uribe gobierne el país de por vida; que es lo que realmente quieren los chicos de El Nogal, los patrióticos y buenos muchachos del Puro Centro Democrático.