jueves, 30 de agosto de 2012

El Caso Sigifredo: un Ataque de la Fiscalía a la Genética.


Pablo Escobar Gaviria fue un bandido predecible: quería ser el amo del mundo, o al menos de Colombia. Quería doblegarnos a todos,  como intentan hacer los  malvados de las tiras cómicas. Pero perdió la apuesta con la DEA, o  con el cartel de Cali, o con el  país, o con el gobierno. O con todos. Porque este súper-bandido, hombre archi-desalmado, con sangre de alimaña, también era un hombre muy apegado a sus hijos y a su familia (y a su esposa, pese a sus mil amantes.) Es decir,  tenía su talón de Aquiles.  Por eso el coronel Aguilar del Cuerpo Élite de la Policía,   le apretó las tuercas donde era  y lo dejó tirado en un zarzo.

Resulta inentendible que la Fiscalía, con tanto penalista experto en criminología o en sicologías de criminales,  no dudara ni un minuto,  cuando a alguien se le ocurrió señalar a Sigifredo López como culpable del secuestro y muerte de sus compañeros de duma.

Porque con  ese señalamiento a Sigifredo, Pablo Escobar Gaviria quedaba como una monja de clausura. Es que a Sigifredo, no solo le achacaron el planeamiento del  secuestro y la  muerte de  sus 10 compañeros diputados, sino de algo peor: de casi llevar a la muerte a su propia  madre, de abandonar a su suerte a sus hijos y esposa, de auto secuestrarse, de auto-dañarse la salud. Y todo tras nada.

Además a él lo acusaron  de archi-imbécil, porque ni un imbécil planea un secuestro y después se deja secuestrar para que lo amarren a un palo  durante siete años, si solo con no haber ido esa mañana a  la Asamblea hubiera evitado el suplicio. Y  porque, para colmo,   al término de su primer martirio, en vez de aceptar una comandancia en las FARC,  volvió a  su familia.

Esos hechos anteriores y apabullantes no fueron sopesados por la Fiscalía. No pensaron que el asesino, de serlo, lo que estaba  era cometiendo un crimen  para darse el lujo de  acabar con él mismo y con su familia. Si. Un monstruo que ni siquiera los más vigorosos y creativos novelistas del mundo habían soñado crear. La acusación fue en verdad un ataque a la genética. Al diseño de nosotros  los humanos, aquel que fue perfeccionado durante miles de años por la naturaleza.

Es que en Colombia la  realidad es mas  fantasiosa que la literatura: aquí se inició una guerra por una sandía, cuando todavía teníamos a Panamá,  y aquí se trató de condenar a un hombre por una nariz ajena, por una voz que no era la suya, por una letra que no le correspondía; solo porque se necesitaba. ¿Y quienes lo necesitaban?: sectores de la ultraderecha, de la caverna que miran con angustia como la fiscalía o el país,  tiene centenares de condenados por la  parapolítica y no se ha logrado estructurar un solo caso de farcpolítica.

Esos son los sectores que necesitaban  a un monstruo de tal magnitud que el país se estremeciera. Y escogieron a Sigifredo. Pero escogieron mal, por torpes, por perversos,  porque el señor de Pradera, era precisamente lo contrario: una victima de las FARC.

La Fiscalía debió primero investigar y después ordenar, si había  mérito, medidas cautelares como la detención. Pero no solo hizo lo contrario, sino que una vez caídas las pruebas de la voz, de la escritura,  de la nariz;  la Fiscalía aceptó sospechosas declaraciones de testigos, solo para no soltar a quien  jamás debió apresar.

Todos los datos para que Sigifredo volviera la vida normal, es decir, la investigación que le correspondía  a la Fiscalía;  la tuvieron que adelantar los abogados del acusado, (Montenegro Y Montaña) algunos periodistas, entre ellos Daniel Coronell, quien mostró la existencia de una fabrica nacional de testigos, y también  algunos abogados de otros casos quienes contaron sobre la falsedad de los testigos.

Por eso, ya que el Fiscal Montegrande no renunció -como debió hacerlo- se debe, desde ahora, acostumbrar a que los colombianos no le creamos. Porque arriesgó mucho y perdió mucho. A no ser que nos devele con pelos y señales, como actúan  y quienes son los perversos accionistas de la fabrica nacional de testigos, aquella que intentó hacer de un buen hombre como Sigifredo, un monstruo peor que Pablo, el patrón del mal.